Magia Árabe (parte 2)

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LA MAGIA DE SHEREZADE

En todo el Magreb (en árabe, al-Yazirat al-Maghrib, «la tierra del ocaso del sol»), cuando el astro se pone, las mujeres reciben a la luna.

Bañadas y perfumadas, cambian la larga túnica blanca por la masculina y más cómoda chilaba. Se anudan el hiyab (pañuelo que les cubre la cabeza y el cuello) y suben corriendo a las encaladas azoteas.

La noche avanza y las mujeres se dejan poseer dulcemente por la baraka.

Baraka es una palabra de origen sufí que significa «aliento de vida«. Según el mundo musulmán, es una cualidad invisible que provoca éxito, fortuna y suerte. La condición baraka los sitúa cerca de los dioses, tocados de su mano y protección. Las personas baraka pueden incluso proyectar su suerte a los demás.

Concretamente en Marruecos, la palabra baraka significa suerte, y este don divino es atribuido, además de a personas especiales, a los jerifes o descendientes de Mahoma, así como a los ascetas eremitas llamados morabitos.

Los hombres, cuanto más cerca estén de Alá, más intensa será su baraka y mayor poder tendrán también para trasmitirla. Incluso muertos, todos los que se acerquen a su tumba podrán ser penetrados por su baraka.

Es la fuerza de Dios bendiciendo y repartiendo prosperidad y fecundidad. Un bien que se derrama entre los más inocentes y bondadosos. Niños, ancianos y locos tienen baraka, como también la tienen los que conocen el Corán de memoria.

Pero este aliento de Alá no atañe sólo a los humanos: también pueden tener baraka animales como el cordero, el caballo, el camello, la abeja, la golondrina y la cigüeña; ciertos árboles y plantas; los solsticios; los números impares; determinados nombres y palabras; los viernes y algunos lugares considerados sagrados, así como todo tipo de piedras, amuletos y talismanes.

Bañadas del nácar de la luna llena, las mujeres, reunidas en círculo, están a punto de comenzar un ritual de seducción. El Qbul estaba inicialmente reservado sólo a las mujeres casadas, y ahora es un nexo de unión y reunión de las féminas de la casa o el harén, según el caso.

En plena Achoura (tiempo de duelo público que conmemora el asesinato del nieto de Mahoma) compran los ingredientes necesarios a los mercaderes. Éstos, montados en los altivos asnos de Fez, se acercan a sus casas cargados de sacos de arpillera repletos de hierbas misteriosas listas para quemar en los braseros de cobre.

El carbón de los quemadores crepita y las mujeres más ancianas recitan salmodias, susurran encantamientos y dibujan en el aire mágicas palabras en el antiguo alfabeto jawi. Sus delgados dedos de repulidas uñas embebidas de henna y sus cuerpos protegidos por los amuletos africanos llamados gri-gri, que les aislarán de todo mal, comienzan a temblar mientras llaman a los jinn (o Djinn, esto os lo escribo en el siguiente post).

Sus voces rebotan en el espacio de libertad que comparten con las estrellas.

Las mujeres, una a una, se abren de piernas encima del brasero y ahuman sus entrañas con divinas mezclas y rituales sihr.

Los jinn se manifiestan. A unos se les ordena vigilar a los maridos, a otros eliminar a los amantes, y a los más, atraer para ellas a los hombres más nobles, aquellos capaces de librarlas de fregar las ásperas losetas de piedra y sacarlas del encierro de una digna miseria bien llevada.

No se puede practicar el sihr (magia) sin fasukh (ferula communis), la goma resina que segrega un falso hinojo y que sirve para deshacer los sortilegios. Pero tampoco sin benjuí, estoraque y, por supuesto, olíbano.

El sihr, según los religiosos más ortodoxos, es una actividad peligrosa, porque pervierte la naturaleza propia de las cosas, y es incluso capaz de mutar los sentimientos más profundos.

EN EL MAGREB TAMBIÉN APLICAN LA MAGIA DE TRANSFERENCIA (Magia Simpática)

La magia de transferencia se centra en la vinculación, afectiva o no, que se establece entre un sujeto y otro, ya sea persona o semejante, animal, vegetal o mineral. A esta transmisión también puede calificársela como empatía.

Empatía no es más que la capacidad de identificarse y compartir las emociones o los hechos del paciente, con el objeto sujeto a ser transferido. Prácticamente todos los países árabes practican el tipo de magia transferencial en lo que a salud se refiere.

 

En el norte africano era costumbre extendida entre pastores que, cuando sentían dolor de cabeza, golpeaban la testa de un animal del rebaño hasta abatirlo, sin causarle daños mayores, y el dolor del pastor desaparecía.

En el Rif, los pastores suelen confesar los pecados del enfermo a una cabra del rebaño. Luego dejan caer unas gotas de sangre del afectado encima de la testuz del animal, y lo dejan libre por el campo hasta que la enfermedad desaparece.

En Arabia, cuando había grandes epidemias, paseaban repetidamente el mejor de sus camellos por todos los rincones de la ciudad, en el convencimiento de que la peste quedaría atrapada en el cuerpo del camello. Seguidamente, el camello era llevado a un lugar sagrado y lo estrangulaban ritualmente.

LOS BERÉBERES, UN PUNTO Y APARTE

Los beréberes son musulmanes algo menos ortodoxos que los árabes, ya que sus ritos religiosos suelen incluir elementos animistas originarios de antiguas religiones premusulmanas.

Sus mujeres, perpetuadoras de la tradición, suelen reunirse en zawiyas, edificios religiosos cercanos a una ermita o santuario, o en marabouts, que son tumbas de los santos veneradas por la comunidad.

Allí suelen charlar, intercambiar recetas e impartir habilidades como la de tejer, cocinas o cantar. Pero al margen de esta comunión de conocimientos, también acuden a estos lugares a pedir favores de salud, buenas cosechas, trabajo, así como amor y fertilidad.

Todo el universo mágico, simbólico, religioso y femenino se concentra en la sabiduría de las mujeres lherb n tmgarin, consideradas como las mejores curanderas, yerberas, hechiceras, sabias, pero también marginadas y estériles.

Ellas son las que controlan el mundo de los jinn. Saben llamarlos y aliarse fuerzas maléficas o benéficas para ayudar a la comunidad femenina.

SAHARUI, SUFÍ Y MORABO

La mística influencia sufí está muy arraigada en el pueblo saharaui. En esta zona, un curandero o sanador, al que denominan morabo, cumple funciones mágico-sanitarias, y se especializa en la sanación de esterilidad, enfermedades mentales, cefaleas e incluso la rabia. Conoce los secretos de la farmacopea y sus aplicaciones en consonancia con los dictados astrológicos.

Los morabos son maestros del Corán, cumplen las funciones del Imán, dirigiendo la oración y la comunidad.

Pero también sus tareas se amplían a lavar a los muertos y a todo lo que tiene que ver con los ritos funerarios y mágicos.

MORABOS EXORCISTAS

Saben de palabras sagradas y sortilegios. Son especialistas en la realización de exorcismos, y muy solicitados en los casos donde media la brujería o shur.

Para eliminar el mal de ojo y los trastornos que ocasionan los jinn exorcizan a los pobres posesos con baños e inciensos específicos para cada mal. Prescriben talismanes o hirts, de los que el poseso sólo se podrá desprender con su permiso.

Salmodian cantos, organizan Yebda o vigilias sagradas en las que beben leche, comen dátiles y aspiran inciensos que arden en el centro sagrado de la haima. Tocan castañuelas de hierro, tambores… y entran en trance incorporando a su cuerpo la fuerza sagrada de la naturaleza, la única que será capaz de curar al poseso, siempre y cuando éste tenga la suficiente fe.

Algunos antiguos sortilegios árabes y que probablemente ya no se harán por la dificultad de sus materiales:

  • Para rehuir el ataque de las fieras: Arranca el corazón de un buitre y ponlo en el interior de un bolsón de piel de hiena. Átalo con crin de caballo y cuélgatelo al cuello.
  •  Para ver de noche: Pon una hiel de golondrina y su mismo peso de antimonio, añádele unas gotas de hiel de gallo negro y ponlo todo en un pañuelo que anudarás a tu frente.
  • Para no dejar embarazada a su mujer: Úngete los testículos con las hieles machacadas de chacal, gato atigrado y rata de campo.
  • Para protegerte del mal de ojo: Machaca los sesos de un mono y déjalos secar junto al pene de un murciélago y el pico de un pájaro negro encima de un pedazo de piel de chivo. Cuando esté seco, envuélvelo todo en la misma piel y llévala siempre contigo.

Lo cierto es que estos sortilegios son una barvaridad, no funcionarán y ni siquiera sé si son fiables. Para acabar comentar que las esencias mágicas en el mundo árabe por excelencia son el cilantro, la mirra, el incienso, el benjuí negro y blanco, el aloe seco y la resina de alemí.

LOS DERVICHES: LOS MÍSTICOS DEL ISLAM

«De repente, el silencio se hace más denso: aparecen los derviches. Están vestidos con túnicas blancas cubiertas por capas negras y tocados con altos gorros de fieltro. […]

Los derviches avanzan. Lentamente dan tres vueltas a la sala; tres vueltas que simbolizan las tres etapas que llevan a Dios: el camino de la Ciencia, el camino de la Intuición y el camino del Amor.

Luego, dejando caer sus capas negras, símbolos de la tumba, aparecen luminosamente blancos. Como almas inmaculadas que son, se ponen lentamente a girar, con la mano derecha elevada hacia el cielo para recibir la gracia y la mano izquierda vuelta hacia la tierra para transmitir esa gracia al mundo.
[…] Giran cada vez más rápidamente al compás purísimo del ney, la flauta de caña que transmite, a quien sepa oírla, los misterios divinos: todo su ser está abandonado y al mismo tiempo tenso en éxtasis místico, la unión con la realidad suprema.»
De parte de la Princesa Muerta, Editorial Tusquets
Kenizé Mourad

El sufismo, palabra que parece derivar del árabe suf, que significa vestido de lana tosca, reúne una importante corriente de creencias, tradiciones y rituales místicos admitidos por todo el mundo islámico desde el siglo IX.

Estamos ante una filosofía difícil de definir ya que se relaciona con una forma especial de ver y entender la vida.

Un origen ascético

En el siglo XIII y dentro del sufismo, surgió una orden iniciática fundada por el gran poeta persa Jabal al Dinal Rumi (1207-1273) que agruparía a una sección de la hermandad religiosa y ascética sufí. Los miembros de esta orden pasaron a llamarse derviches, término que procede del persa darvesh (pobre) y que define a una persona austera, espiritual y sabia.

Aunque de manera menos habitual, también se utiliza el término qalandar para definir un sabio derviche sufí que aúna las esencias del ascético monje budista, el místico musulmán y el chamán turco.

Cómo se agrupan

Los derviches están unidos en hermandades o tariqas, palabra que en árabe significa «camino«, en clara alusión a la senda de perfección que debe recorrer el místico.

Un sinónimo de la palabra tariga es zawia. En este caso, la hermandad está dirigida por un director espiritual llamado shayj, que significa jefe y también viejo. El shayj es portador de baraka (bendición divina) y puede bendecir a través de su palabra, su presencia e incluso mediante objetos con los que haya tenido contacto.

A él se unen el guía religioso (tarikacti dede) y el maestro de ceremonias (meydance dede). De ellos dependerá el devenir de la tariqa.

Las órdenes derviche

Cada hermandad tiene sus propios ritos, reglas y normas a la hora de iniciar a sus novicios. No todos comparten completamente todas las leyes y ceremonias musulmanas, así como no todas las hermandades tienen las mismas ocupaciones. Muchos derviches son simples trabajadores por cuenta ajena o comerciantes que se reúnen con su orden para celebrar ritos y ceremonias volviendo después a su vida normal.

Las comunidades derviches pretenden alcanzar una espiritualidad suprema o iluminación mediante distintas disciplinas o sistemas de conexión con Dios. Estas son las más relevantes:

Los aulladores: Reciben el nombre de kadiris, probablemente la orden más conocida y antigua, fundada en 1165. En Europa se les conoce como derviches aulladores debido a sus peculiares cantos. Entran en trance repitiendo interminable e ininterrumpidamente sacros pasajes del Corán o los 99 nombres sagrados de Dios. Cuando alcanzan el clímax, las palabras salen de su boca generando un extraño ruido. Se trata de un gorgojeo que se escapa de su garganta, como si su alma se marchara para unirse a la energía de Alá. Estos derviches, pese a su faceta mística y espiritual, pueden actuar como animadores religiosos. Ocasionalmente se les contrata para que realicen las proezas de fuerza sobrehumana que son capaces de llevar a cabo cuando se sumen en un auténtico trance tras cantar su dirge o zikr. Luego convulsionan y caen en un trance místico de desapego físico.

Los rifais: Son derviches faquires conocidos por proezas físicas tales como tragar espadas o comer vidrio.

Los galadaries: Son mendicantes místicos que tienen la particularidad de hacer votos que les comprometen a viajar de por vida.

Los mawlaw o mevlevi: Se trata de derviches giradores procedentes de la orden fundada en 1273 por los discípulos del poeta y místico persa Jalal ad-Din Muhammad Din ar-Rumi.

Entrando en la Orden

No todo el mundo está preparado para ingresar en una orden sufí. Tampoco basta con llamar a su puerta. El proceso, que puede ser largo, debe iniciarse bajo la supervisión de un maestro sufí (shaykhr):

Afiliado o muhib: Debe tener como mínimo 18 años. Solicita su entrada al maestro, quien averiguará si es un buen candidato a partir de su observación y preguntando al entorno. Cuando el resultado es satisfactorio, el aspirante es llamado y debe presentarse al convento con su gorro ritual (sikke). El maestro le bendice y el muhib puede regresar a su casa para ejercer sus actividades cotidianas. En principio, sólo volverá al convento para participar en las ceremonias.
 Neófito: Para que un afiliado (muhib) pueda tomar los votos de novicio, deberá entrar en el noviciado y permanecer en él 1001 días en retiro, meditación, aprendizaje y penitencia (cile). El maestro le advertirá de la dureza del camino místico y el candidato deberá aceptar las tareas más pesadas y humildes sin protestar. Así madurará y se forjará en paciencia y disciplina.

Durante los 1001 días mencionados, el afiliado deberá superar diversas pruebas. Si los derviches creen que no es la persona adecuada, se lo harán saber colocando sus zapatos en la puerta del convento. En caso de ser admitido será enviado al maestro de ceremonias (meydanci dede) y éste le acompañará a la que será su celda de retiro durante una semana. Transcurrido este tiempo se efectuará el ritual de ordenación necesario para que el derviche sea un iniciado.
Llegado a este punto, el iniciado podrá elegir entre abandonar el convento, trabajar, estudiar o casarse. Es decir, optará por reemprender su vida mundana o permanecer soltero mientras viva en el convento.

El trabajo en el convento.

Además de dedicarse a las labores domésticas y tal vez agrarias, cada uno deberá desarrollar facultades y habilidades como la danza ritual (sama) y el cultivo de la música, muy especialmente el dominio de la flauta (ney) o de la percusión (kudum), así como el conocimiento de la música clásica. También aprenderán a efectuar correctamente el recitado (hanende o mesnevihan). Estudiarán lenua persa y árabe, y completarán su formación con disciplinas como caligrafía, poesía y literatura.

La Semâ o danza sagrada.

El giro ceremonial derviche es una técnica a la que sólo se llega tras un riguroso proceso ascético y espiritual. A través de la semâ el discípulo logra desprenderse de cualquier tipo de ambición mundana. Gracias a los giros penetra en un éxtasis místico, pierde la conciencia del cuerpo y alcanza un virtual estado de ingravidez que le produce una sensación de unidad cosmogónica y con Dios.

Una posición de conexión

Cuando el derviche danza, no improvisa su postura, que es precisa, directa y casi divina. Con los brazos en cruz, alza la mano derecha en dirección al cielo, mientras que la izquierda parece acariciar la tierra. El cuerpo, ligeramente ladeado, se convierte en un instrumento de Dios. El pie izquierdo, emulando a nuestro planeta, gira sobre sí mismo. El derecho, al igual que la Luna cada noche, toca el suelo una sola vez en cada vuelta. El derviche, con su giro de derecha a izquierda, coloca su propio corazón como eje y abraza con amor a todas las criaturas.

Así es la danza mística.

La semâ es un viaje espiritual en busca de la verdad. El alma, en cada giro, recibe una partícula divina y ésta se desparrama a través del derviche.

Poco a poco van entrando los músicos y los derviches giróvagos (semâzen). Los semâzen desfilan vestidos de negro y se sientan sobre pieles de cordero tendidas en el suelo. Cubren su cabeza con una especie de gorro de pelo de camello que representa la piedra que tapa sus deseos.

Llevan una túnica blanca que representa el sudario o mortaja y, sobre ella, visten una capa negra que significa su propia tumba. Cuando se quitan la capa renacen a la verdad desprendiéndose de cualquier anclaje terrenal. El maestro de danza se sienta junto a los giróvagos. Cada momento, gesto y sonido posee un significado.

La música reproduce al pitagórica y universal sonido de las esferas y los derviches, en su pulsión giratoria, emulan los cuerpos celestes.

Uno a uno, con los brazos abrazando su propio pecho, se acercan al maestro de danza para besarle la mano. Después, éste ordena que se inicie la mística danza. Los giróvagos, con los brazos cruzados, simbolizan el número uno testimoniando así su unidad con Dios. La danza o semâ comienza.

Las pausas instrumentales que sirven para el descanso evitan la exaltación propiciando los estados meditativos. La semâ termina con una señal del maestro. Los derviches vuelven a saludarse y a ponerse el manto negro. Recitan el Corán y se retiran.

 Las fases que componen una semâ

1.- Se recitan las llamadas Na’t-i Serif, que son una oración y reconocimiento a todos los profetas.

2.- Se escucha la gravedad de la percusión del tambor que simboliza la orden de la creación universal y divina.

3.- Suena una composición de flauta (ney) en alegoría al soplo divino que insufla vida.

4.- Los semâzen se saludan tres veces entre ellos y caminan en circulo. El saludo, realizado con el cuerpo, va dirigido al alma de cada uno de los participantes de la ceremonia.

5.- Los saludos. La semâ se compone de cuatro saludos o selâm:
– El primer selâm ratifica el deseo de alcanzar la verdad.
– El segundo muestra admiración ante la omnipotencia de Alá.
– El tercero representa la entrega total, el sacrificio de la mente y la evolución de la admiración y la gratitud hacia el amor.
– El cuarto saludo significa el final del viaje. La aceptación del destino y la vuelta al servicio. En sete saludo también participan el seyh efendi (maestro de danza) y el semâzen basi (jefe de loz semâzen).

6.- La sexta parte continua con una lectura del Corán.

7.- La ceremonia de la semâ termina dedicando una oración a todos los profetas, mártires y a la humanidad en general.

En qué creen los sufís.

1.- Gozan de una amistad especial con Dios (walaya).

2.- Pueden alcanzar la comunicación con Dios y el conocimiento de la verdad divina (haqiqa).

3.- Deben acceder a la divinidad a través de un complejo camino espiritual (tariqa) lleno de etapas (maqamat) y estados espirituales (halat) que les conducen a la iluminación.

 

Bendiciones!!

Asun Vidal.